MANIFIESTO

El pasado 8 de febrero, mientras líderes como Abascal, Le Pen u Orbán se reunían en Madrid en una cumbre internacional de la ultraderecha bajo el lema “Hagamos Europa grande otra vez”, ellas decidieron no callar. Frente al racismo, el machismo, la LGTBIfobia y el autoritarismo respondieron con una acción simbólica y pacífica. Su objetivo: denunciar, sin violencia, un proyecto político que amenaza los derechos y la dignidad de millones de personas.

Hoy están siendo investigadas por manifestarse contra ese odio. Se pretende convertir una forma legítima de protesta pacífica sin violencia ni daños en un delito. Se persigue a quienes denuncian la intolerancia, mientras los verdaderos promotores del odio se pasean impunes.

Y no es un hecho aislado. Lo hemos visto con el rapero Pablo Hasél, encarcelado por el contenido de sus letras musicales. Lo hemos vivido con los 6 de Zaragoza, condenados por manifestarse. Lo padecen las trabajadoras del caso La Suiza, perseguidas por ejercer derechos sindicales. Lo han sufrido también las 7 de Somosaguas, encausadas por protestar contra el fascismo en la universidad. Y hay muchos más casos que reflejan un patrón preocupante: usar la represión como herramienta para castigar la organización política y sembrar miedo.

Este manifiesto nace desde la solidaridad con las cuatro compañeras, pero también desde la preocupación por el deterioro de nuestras libertades. La protesta no puede ser tratada como un acto delictivo. Manifestarse contra el odio no es delito, es un derecho democrático. Criminalizar esa acción es cruzar una línea muy peligrosa.

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Solidarízate ante la represión.